El hechicero supremo
Título: El Hechicero Supremo
"El
mago hizo un gesto y desapareció hambre,
hizo
otro gesto y desapareció la injusticia, hizo
otro gesto
y se acabó la guerra. El político
un
gesto y desapareció el mago."
Woody
Allen
El otrora Hechicero Supremo se había
convertido en la última gran noticia del reino. Relevado, y expulsado del
consejo, ahora no era más que un brujo callejero que frecuentaba tabernas de
mala muerte en los recovecos más sombríos de la ciudadela. La gente siempre
comenta, y por ende, las especulaciones sobre el porqué de aquello eran, como mínimo,
floridas. Que si hacía pactos indecorosos con el enemigo. Que si desviaba
recursos de las arcas reales. Que si era, más bien, culpa de la coyuntura que
arrastraba el consejo y estaban reduciendo plantilla... De todo un poco. Pero según
sus propias palabras, se debía a una disputa personal con el rey por negarse a
desaparecer a alguien... Claro que, al final, el rey era también hechicero y lo
había desaparecido él mismo.
-Sí hubiera sabido que esto terminaría así
no me hubiese negado. Total... -dijo y se bebió la jarra de cerveza de un trago.
-¿Entonces es cierto que el rey es un
hechicero? -le preguntó el tabernero visiblemente anonadado.
-Sí... -le contestó- Ahora sirveme otra
cerveza.
-Vaya! -dijo el tabernero mientras llenaba la
jarra- Pensé que solo eran habladurías.
El brujo se terminó la cerveza, pidió otra,
y prosiguió:
-Pues es bien cierto. De que otra manera se
puede llevar este reino si no es con magia.
-¿Y que piensas hacer ahora?
El antiguo hechicero supremo lo miro con
desconfianza. Se decía que en aquel reino por cada cuatro personas habían ocho
orejas del rey.
-Eso es asunto mío -le dijo.
Por supuesto ni la magia puede con el alcohol.
Y tras muchas jarras se volvió más elocuente y sincero. Rozando el peligro... Más
bien, chocando de frente con el peligro.
-Nuestro rey es un tirano -soltó sin más.
Al tabernero se le cayó un tarro de
aguamiel.
-Pero yo lo he planeado todo muy bien. Me
largare de aquí.
-No serías el primero que intenta irse... ¿Cuál
es tu plan? Te lanzaras al mar o intentarás atravesar el muro.
-Nada de eso -contestó-. El muro es
totalmente infranqueable. Y el mar... Es una locura con la plaga de sirenas que
hay...
-Entonces?
-Lo primero será provocar un eclipse solar,
invocar la luna de sangre y alinear las estrellas del norte.
-¿Y acaso puedes hacer eso?
-¿Con quien crees que estás hablando? Yo
era el hechicero supremo, no cualquier mago barato. Claro que puedo.
-Si tu lo dices... ¿Y luego qué?
-Luego pues trazaré el signo del rey
demonio con polvo de cuerno de unicornio. Por supuesto antes tengo que cazar un
unicornio, claro está...
-¿Cazar un unicornio? ¿Y acaso puedes hacer
eso?
-¿Con quien crees que estás hablando? Yo era
el hechicero supremo, no cualquier mago barato. Claro que puedo -repitió.
-Si tú lo dices... Y después?
-Pues obviamente después invocare al rey demonio
y lo derrotaré. Entonces, a cambio de su vida le pediré que me saque de esta
cloaca...
-¿El rey demonio? El mismo que arrasó
ciudades enteras. El mismo que requirió ejércitos de todas partes para ser devuelto
al inframundo. ¿Tú lo vas a derrotar? ¿Y acaso puedes hacer eso?
-¿Con quien crees que estás hablando? Yo era
el hechicero supremo, no cualquier mago barato. Claro que puedo -repitió.
-Y si te cogen antes de que termines...
- Es imposible. Lo haré todo antes de cinco
minutos. Es bastante fácil y rápido.
-Antes de cinco minutos... ¿Y acaso?
- ¡Por supuesto que puedo! -gritó- ¡Claro
que puedo! ¿Con quien crees que estás hablando? ¡Yo era el hechicero supremo!
Entonces, tras un largo silencio en el que
el tabernero sopesó las cosas, una idea le brotó en lo profundo de la cabeza:
-Y bueno, pienso yo, no es más fácil matar
al rey y punto.
Aquellas palabras fueron un golpe en la
cara de brujo, que, del tiro, hasta se le pasó la borrachera. Se acomodó bien
en el asiento. Se pasó las manos por el rostro y luego de meditar una respuesta
digna, le contestó:
-Ven acá chico... ¿Con quien tú crees que estás
hablando?
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